En el centro de Barquisimeto

Por: Adriana Ciccaglione @adricicca

Decir voy a salir un rato en Barquisimeto, se puede convertir en un episodio lleno de emociones e impregnado de instantes con sabor a reflexión. Cada esquina de la ciudad salpica una anécdota, que sin duda alguna se convierte en un sello indeleble guardado en eso que llamamos memoria.

Esta mañana atravesé la Plaza Bolívar de mi ciudad, como tantas veces. Pero como nunca antes sentí un olor a limón, alcé mi mirada buscando un limonero y no lo encontré, pero el aroma continuaba, me arropó, me sumergió en el más cálido de los abrazos, pues entre ramas, brisa y destellos de luz, pude parar mi agenda por unos segundos. Ya no estaba apurada, mi rostro agradecía la caricia del viento y mis ojos se llenaban de ese cielo clarito de Barquisimeto.

Volteé mi mirada hacia la estatua de Simón Bolívar, seguía allí, imponente y tranquila, la piedra tallada ya no me parecía tan dura y tan fría, más bien reflejaba a ese hombre que es sinónimo de libertad, por su apodo, por su lucha y su obra. Mis pasos se perdían entre los cuadrados dibujados en el piso, hasta que culminé el recorrido por la plaza.

Me encontré a Argenis, sí al que todos conocemos como el “Loco de la Pancarta”. Quise saludarlo y compartimos unas palabras. “Tengo 25 años en esta lucha, los cumplo en noviembre. Es mucho tiempo con una protesta pacífica y no violenta. Me da mucha tristeza que ninguna de las autoridades haya podido entender mi clamor sobre los psiquiátricos, que no hayan hecho nada. Yo me pude escapar, pero los que se quedan dentro de estas instituciones de salud, la pasan mal. Me otorgan condecoraciones y premios, con eso no se resuelve nada. Creen que aumentando mi ego, puede callar mi conciencia”, lo manifiesta quien se cataloga como loco e indigente, pero que realmente es un héroe anónimo, un quijote sin molinos, pero si con mucho camino y con los ojos llenos de sinceridad.

Fui a la casa de Eustoquio Gómez, sede de la Corporación de Turismo de Barquisimeto (Cortubar). Entre una diligencia y un pasillo, me topé con unos señores esperando el turno para que le cortaran el cabello. Y mientras tanto, el barbero cantaba, rodeado de músicos, arpa, cuatro, objetos antiguos y muchas ganas de compartir. Un señor se me acercó para decirme que lo grabara, ya era tarde, tenía rato haciéndolo, estaba cautivada por el instante mágico que me devolvía al pasado y me recordaba el oficio que ejerció mi padre durante años y con el cual pudo sostener a una familia.

El sol indicaba que estábamos próximos al mediodía, el hambre también. Me compré un tostón, si de los de bolsita transparente. No llevaba la cuarta parte, cuando un joven me pidió uno. Tomé uno y le di lo que quedaba en la bolsa, recordando la frase de San Francisco de Asís: Es mejor dar que recibir. La cara de sorpresa y alegría, fue la mejor respuesta que pude obtener.

Unos señores jugando ajedrez, bajo la supervisión de Salvador Garmendia en la plaza de “Los libreros” y otros contando el dinero de la pensión, me recordó que la cotidianidad la hace cada uno, con sus propias tildes, sus puntos y comas, donde mejor las quieran ubicar.

Ya en el transporte público, pensé que se acabarían los episodios, pero estaba equivocada a Dios gracias. Un muchacho sube al autobús y cuatro en mano, comienza a cantar y a tocar. El que estaba a mi lado le dice, entregándole dos billetes de 50 en sus manos: “bro, síguele echando bolas”. No sé qué cara puse, pero quien compartía un pequeño viaje conmigo me dijo: “soy músico y reconozco cuando alguien toca y canta bien, de verdad que me gustó su interpretación”.

Es más que un gesto económico, se trata de uno envuelto en cariño y solidaridad con el desconocido, en un país tan necesitado de esas muestras de afecto y tolerancia mutua.

Recorrer Barquisimeto, es exactamente eso, encontrarse con sus espacios, con personas, caras, gestos, gritos, canto y expresiones, todas auténticas y genuinas, diferentes pero no por eso altisonantes, más bien cónsonas a una ciudad que va al ritmo de quien la camina y la descubre día a día.

Posdata: El vídeo no es profesional, sólo es una mirada a un espacio y personaje de la ciudad.

4 comentarios en “En el centro de Barquisimeto

  1. Maravilloso leerte Adriana! Estar fuera del país , sin querer, se va perdiendo la referencia fresca del país y la ciudad! La lectura pudo conectarme nuevamente con mis sentidos , allá en Barquisimeto , en el centro , donde viví la mitad de mi vida haciendo Teatro ! Son espacios que quedaron atascados en mís poros.
    El video es un momento único, con personajes valiosos, que me hubiese encantado verlos en vivo ! Minutos lleno de felicidad ! Una lección , donde se demuestra que de lo más sencillo surge lo extraordinario .
    Na’ Guará! gracias por despertar mis sentidos !
    Un abrazo
    Mary Carmen Briceño.

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  2. Gracias Mary, tu te fuiste sólo físicamente. Tus recuerdos están intactos y eso es lo más precioso que tienes, pues nada te los puede arrebatar. La ciudad sigue aquí, latiendo a su propio ritmo, con sus calles y personajes particulares. Te quiero y extraño un mundo amiga!! Abrazo grande!!

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  3. Querida Adriana yo recorro a diario esas calles y visito de vez en cuando esos sitios, pero contados de esa manera poética me hizo pensar que tengo querer volver a verlos con la calma del disfrute, y sin la prisa de dia a dia,sintiendo los olores y sabores de una cuidad que aveces resulta muy violenta; pero que siempre es generosa, es mi centro de BQTO, mi Cuidad de la Furia.

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    • Así es Al, son lugares comunes que pocas veces detallamos, pero que sin duda alguna tienen muchas cosas que decirnos, a veces con gritos, otras con susurros… La magia de escucharlos está en nosotros. Te abrazo fuerte!!

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